martes, 28 de septiembre de 2010

Por toda la eternidad

Un millón de años
A partir de hoy
Dirán nada de lo que soy

El tiempo es el verdugo
De las cosas que son de este mundo
Esas mismas cosas
Que nos desvían de nuestro rumbo

Nos condena desde épocas de antaño
A fijarnos en lo temporal
Lo efímero
Todo aquello que se rompe
Cuando uno se propone hacer mal
Hacerle daño

Pero…
Tus ojos son de niña
De esas cosas armiñas
Que reflejan verdad
Y molestan con sinceridad
Esa pureza que no se puede quebrar

Hoy quizás los ángeles puedan ayudar
A que mi alma pueda desnudar
No hay mucho que ver
Tampoco hay nada que temer

Y siempre que estés perdida
Piensa en mi oración, ésta, mi canción
Que no la escribo con ciega devoción
Pues en mis ojos
Los tuyos
Encuentran morada,
Una parada.

Te espero, sin desesperar
A la vuelta de la esquina
Si me llegaras a necesitar
Para quitarte las espinas
Que el sendero de la vida
En ti llegara a incrustar
Y hacerte entender que la eternidad
Es lo más parecido al dolor
Que puedes
En unos segundos hacer menguar
Y al momento que sigue
Una vez más
empezar
de nuevo
a sanar.

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domingo, 26 de septiembre de 2010

Noche de claridad

En este cielo limpio
lejos de las luces de la ciudad
que hoy parece estar en mi propia vecindad
miro el infinito
contemplo la eternidad
y me pregunto...
¿dónde yace la imposibilidad?
de trascender
de ir más lejo que mi propio ser
de entender
el vacío, la lejanía y la majestad
de un universo tan nítido
de perpetua expansión
cuya exploración
aún estamos lejos de haber comenzado
de haber blandido en los oscuros vórtices
del conocimiento de su inmensidad

Es apenas una ilusión
las luces hincadas en esa oscuridad
no tenemos dimensión
en la cual poder mesurar su profundidad
su distancia, lejanía, su inconmensurabilidad

Volveré a estar
otra vez
en otro tiempo
¿o es éste el momento?
el último intento
de poder saber
por si acaso
nos volveremos a encontrar

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martes, 21 de septiembre de 2010

Creer

"En estos tiempos llueven ídolos. Es difícil caminar más de dos leguas, y no encontrar algo nuevo en qué creer, un muñeco que sostener; y terminamos creyendo en tantas cosas que no sabemos realmente cuál es aquella razón que nos mantiene en camino."

Sinceras últimas palabras de Alberto, su padre, a Melisa. Las encontró en una carta que él había dejado, visiblemente, sobre la mesa de luz, en su habitación, con su nombre en el anverso de un sobre. Melisa no lloraba por el significado de aquellas palabras; lloraba por el gesto, aún en las últimas horas, de su padre. Él nunca dejaba cosas a medio hacer, y desde esta perspectiva, parecía que había planeado hasta la hora de su partida. Una carta. Como tantas otras veces, sus palabras la cobijaban tibiamente al abrigo de la reflexión. Nunca dejó él cosas como sobreentendidas, nada era lo suficientemente verdadero como para que se deje de observar con la mirada dubitativa del escéptico; pero los escépticos también molestaban, a su entender. Ellos no creían en nada.

"...No está mal creer. Pero a veces la creencia, cualquiera sea su cultura, oscurece la mirada del corazón, poniendo barreras innecesarias justo allí, donde queremos ir. Con el tiempo perdemos nuestra singularidad y adoptamos lo que el sentido común quiere que seamos. Entonces perdemos."

"....Recuerda hija, nada está dicho, las preguntas más difíciles recién se están por hacer. No dudes de tus dudas, ellas te llevarán a mejores respuestas. La tierra de los débiles está llena de sueños; los sueños son el ejército invencible con el cual se conquista la tierra de los fuertes, no para reinar, sino para darles el ejemplo."

Melisa apenas podía sostener la hoja; mientras leía, lágrimas se desprendían de su barbilla. Su padre había dedicado su vida a la ciencia y a la búsqueda de la verdad. Era un hombre de fe sin creencias, era un débil en tierra de fuertes. Pero nada de eso había significado mucho para ella. Ahora poco le importaba, él ya estaba muerto, para qué los sueños, si se los había llevado con él.

"...Nadie merece ser inmortal. La inmortalidad es una batalla muy grande. Sólo las ideas pueden durar ese inconmensurable tiempo. No se nos está permitido vislumbrar dentro del insondable infinito. Así que no desees aquello que no es posible, sí lo imposible. Estas dos cosas son muy diferentes”.

Ella no soportó seguir leyendo esa carta tan testimonial de su pensamiento sobre la vida. La volvió a poner dentro del sobre y se dirigió a la casa donde estaban velándolo. A un costado del cajón, debajo de su brazo derecho, puso la carta. Después de quedarse inmutable frente al cuerpo, volvió y enfrentó a una multitud de conocidos, amigos, familiares; y aceptó las condolencias de cada uno de ellos; aunque su padre no la había criado para los rituales de este tipo.
Después del entierro, se subió a su auto y condujo hasta la casa de campo; que también era el lugar de estudio de su padre. Al entrar vio las descomunales estanterías, abarrotadas con libros. Se dirigió hacia el pórtico trasero, y la noche ya se aproximaba; los árboles eran mecidos por el aire caliente de la húmeda tarde de aquel triste verano. Se sentó en el banco de madera que estaba a un costado, y comenzó a llover copiosamente.

Cuando su marido llegó, la encontró en la soledad de sus propios sollozos. Él no pronunció palabra, se sentó al lado de ella y la abrazó. No le dijo palabras reconfortantes, no le habló sobre el significado de lo que estaba atravesando; no la condujo por aquel camino de oscuridad abrumante. No la guió en este momento tan crucial de su vida, no la protegió poniendo un velo. No.
Sólo la acompañó de cerca, sin darle mucha distancia. Y mientras ella caminaba su propio camino él iba al lado. Ella se sintió la persona más afortunada.

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La silla

Ian - Gracias por no escuchar a mami.

Christy - ¿Escucharla por qué?

Ian - No sé. Por venir acá . Todo el día.
Tú sabes, no quería que viniéramos...por mis calificaciones y todo eso.

Christy - Tu madre y yo sí hablamos.
Tú sabes, siempre nos escuchamos el uno al otro.

Ian - ¿Y de qué hablaron?

Christy -Hablamos de sacarte de tu escuela. No es la escuela indicada para ti.

Ian - ¿Cómo puedes sacarme de mi escuela?
¿Cómo puedes cambiarme así por que sí?
¡Es mi vida!
¿No crees que pueda lograrlo, si realmente me dedico con todas mis fuerzas?

Christy -Sí, pero tienes que demostrarme más. ¡Vamos!
¡Lo estás arruinando Ian!

Ian - No soy tú.

Más allá de los Sueños (Película basada en el libro del mismo nombre de Richard Matheson)




Jorgito estaba en jardín, sentado junto a sus pares. Al entrar, cualquier maestra podía observar que él se encontraba sentado en el grupo, sin más distinción que una grieta en su camperita. Días antes de su primer día en el jardín Serafín, Jorgito había estado jugando en la plenitud de su egocentrismo cerca de unas rosas en el jardín de su casa, ante la atención distraida de su madre que tenía a cargo otros dos pequeños; uno en brazos y otro en un "corralito." La maestra, al pasar su mirada por el grupo, hizo su primera nota mental: "aquel niño es de bajos recursos." Al finalizar el primer encuentro con los padres y madres, la maestra vio alejarse a Jorgito con su madre que llevaba al pequeño Ulises en brazos. La maestra había notado un "olor" en la ropa de Jorgito, también evidenciado por los padres que asistieron a la reunión.
En la sala de maestras, la Seño Margareth, hizo el descargo con sus colegas, "ese niño Jorgito, ¿Dónde vive?" Una de las maestras presentes informó a la Seño Margareth que Jorgito vivía en un plan de viviendas nuevo en "las afueras de la ciudad". Todo comenzaba a tener sentido. Hasta aquí no había otra cosa que hacer más que aconsejar a la madre en el aseo del niño. El chico debía estar presentable para adquir los hábitos escenciales en la convivencia que en última instancia es la base en el logro de los objetivos últimos de la educación: el desarrollo de la inteligencia (aunque algunos simplemente dicen el aprendizaje de contenidos).
Las semanas pasaron y la Seño pudo observar que el niño ni cumplía con los hábitos de higiene ni lograba los objetivos propuestos por ella en el desarrollo de las actividades diarias. Jorgito conoció el primer indicio de lo que más tarde en su vida comprendería sería su ámbito natural, una silla apartado del grupo. Al principio Jorgito se preguntaba si era necesario dejarlo tan lejos de la "alfombra". El interpretaba que había algo que estaba "mal" en lo que él hacía, pero no podía razonar bien todavía, ya que esa era una habilidad (o capacidad) que muchos entienden debe ser construida; cosa que si no lo hace desde las bases, como la clasificación, la seriación, y un monton de "ciones" más; jamás lograría "montar" las operaciones más abstractas requeridas para el "correcto" funcionamiento de una sociedad. No pasó mucho tiempo cuando una psicopedagoga obsevó la falta de atención (que tenía un nombre muy específico que comienza con "trastorno..." y sigue con elementos linguísticos intercambiables "...en la personalidad, ...de concentración, ...de conducta; y un amplio catálogo del cual servirse). Sus padres fueron llamdos (la madre en realidad, el padre había sido enviado a prisión por asalto a mano armada) y se les comunicó que el niño requería asistencia para que el desarrollo del aprendizaje pudiera tener lugar. En realidad una maestra tuvo la gentileza de traducirle: "su niño necestia ir a otra escuela para chicos especiales" (también se les da el nombre discapacitados, o en un pasado no muy antiguo, retardado o retrasado). Como era de suponerse, dentro de la escasa comprensión de la madre, ella preguntó ¿Por qué tiene que ir a una escuela aparte, no puede aprenderlo acá? (En realidad esto es una traducción de la reacción desmesurada de una madre que sabía bien que su chico era retrasado, ellos le llamaban especial, pero la madre, inconscientemente sabía el peso social de la etiqueta "diferente", no era bueno que uno fuera diferente, uno debía ser igual, o normal; bastante diferente era el padre que estaba apartado en una cárcel)
Esto es todo lo que se supo de Jorgito en el ámbito escolar. Su madre, aunque intentó comprender que el niño necesitaba la ayuda de gente también "especial", pronto se dio cuenta que los que podían ayudarlo cobraban más dinero por mes que lo que su esposo había robado en el último asalto.
Jogito inició una vida lejos de la interacción con otros chicos de su edad, en el barrio, los chicos que iban a la escuela sabían que era diferente, escuchaban a sus padres todos los días en la mesa; sus padres, aunque en un tono de simpatía, decían "pobrecito, tiene problemas"; a lo cual los niños asimilaban: es diferente. Cada vez que Jorgito llegaba con una pelota, los chicos del barrio dejaban de jugar. Pasó el tiempo y los chicos que jugaban eran cada vez más chicos, o debía ser que el crecía y seguía en la etapa del juego. Él esperaba la oportunidad de que lo aceptaran, el pensaba que si crecía lo sufiente, los niños lo iban a respetar, como él respetaba a la madre. Pero, no. Cada vez que intentaba entrar en la cancha, los niños salían corriendo, ya no con la apatía de sus pares, sino que le gritaban cosas. Él picaba la pelota un rato e imaginaba que estaba jugando un gran partido, como esos de la tele.
Paso un tiempo, hasta que Jorgito comenzó a no verse más en el barrio. De alguna forma encontró unos amigos al otro lado de la ciudad que le comenzaron a "enseñar" cosas. A los doce años de edad, tuvo la asombrosa "revelación" de que podía jugar al truco. Sus nuevos amigos le "enseñaron." Para jugar se necesita la habilidad de contar, Jorgito no lo había aprendido. Sus amigos durante un año seguido le hicieron conocer la magia de los números a través del juego; repartía las cartas, contaba para el envido, y sabía los valores de las cartas, para lo cual se necesita la capacidad de la "jerarquización, secuenciación, 'ción-etc.'" Con el tiempo aprendió más cosas; hasta manejar un auto. El manejo de un auto requiere la habiliad de secuenciación, y el manejo de la psicomotricidad, entre otras catalogadas habilidades-capacidades. No sabía leer, pero entendía los símbolos. Verde, todo bien; rojo, peligro.
Lo que hizo con sus nuevas habilidades es cuestionable, y no por nada un día, un comisario que conocía a su padre lo hizo procesar y lo mandó a la misma penitenciaría. Ahí conoció a su padre. Su padre había descubierto la lectura. Una practicante del area de lengua de una univesidad vecina le ayudaba todos los días. El padre buscó protegerlo en cuanto pudo, trató de convencerlo de estudiar con él. Jorgito se mostró reacio. Tenía sentimientos que no entendía hacia su padre. Con el tiempo y la persistencia de su padre que conocía sobre sus errores, su abandono de la familia y haberlo dejado indefenso en un mundo que no esperaba a nadie. Juan (el padre) y Jorgito en poco tiempo empezaron una cálida relación. Juan trató de fomentar en Jorgito, con apenas trece años (la ley ya permitía encarcelar a los jóvenes dilincuentes de más de 11) hábitos como el de la lectura. Siempre a la misma hora lo iba a buscar a su celda para ir con la profesora de lengua, que en realidad primero había sido maestra, para aprender los grafemas, depués las palabras y así sucesivamente hasta seguir con cosas más complejas. La profesora lo esperaba en una celda a unos veinte metros de distancia. La celda tenía un pizarrón, bancos para los "estudiantes"; en una celda contigua estaba la biblioteca, con anaqueles abarrotados de libros. Progresivamente Jorgito se independisó en sus estudios, leía cosas y dibujaba. Cuando charlaba con su padre, le decía que estar en la prisión le hacía sentir como si estuviera en la silla lejos del grupo cuando iba a jardín. El padre no entendía mucho; él no había logrado entrar a la escuela.
Después de diez años, Jorgito salió de la carcel; su padre se iba a quedar por otros diez años. Jorgito prometió a su padre ir a visitarlo. Y así lo hizo por un año. Le comentaba que no conseguía trabajo, a pesar que siempre insistía a sus entrevistadores en que si bien no había ido a la escuela y no tenía título, sabía leer y escribir. Pero los entrevistadores tenían otro motivo, mediante una base de datos buscaban los antecedentes del chico; y eso no era bueno. Desde su perspectiva, Jorgito le decía a su padre que era difícil conseguir trabajo, no le creían que supiera leer si no tenía la primaria completa.
Jorgito comenzó a frecuentar de nuevo a sus antiguos amigos, con ellos había, después de todo, aprendido cosas prácticas. En una de esas salidas, Jorgito y sus amigos se vieron en medio de un tiroteo. Jorgito fue herido de muerte, llegó al hospital público pero los médicos dijeron que con el material disponible para operar no se podía hacer mucho. El sanatorio que quedaba a unas cuadras tenía los aparatos con la complejidad necesaria, pero dado el pronturaio y la carencia de una prepaga, no era factible que lo atendieran.
Jorgito exhaló su último suspiro en medio de balbuceos, los enfermeros pensaban que estaba delirando; y quizá en efecto lo estaría. Decía: "La silla no, la silla no, Seño." Los "enfermeros" no contuvieron la risa, que sólo borró la entrada del Director del hospital y su mirada distante, como si ya hubiese visto esto un millón de veces y no le inspiraba la más mínima gracia.

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lunes, 20 de septiembre de 2010

21ª en la Séptima

Vuelve todo una vez más,
Otra vez, si quieres intentar.
Primavera, un tiempo para comenzar,
Un tiempo, para soñar una vez más.

El perfume de las flores,
Aquella melodía,
La gente, sus primeros amores,
Y la despedida.

Los novios, los esposos
Las novias, las esposas
Yo, y también vos,
Los niños, las rosas.

Todo de vuelta, una oportunidad
O, simplemente una época
Para recordar
Dejarse llevar, blandir en la eternidad.

Un tiempo para seguir,
O para cambiar,
Para sentir,
Pero no para dejar de intentar.

Un tiempo para llorar,
Para reír,
Para bostezar,
Mas no para dormir;
Mas bien para soñar.

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El basurero

"Existen pocas personas que no se hayan entretenido, en cualquier
momento de su vida, en recorrer en sentido inverso las etapas por
las cuales han sido conseguidas ciertas conclusiones de su
inteligencia. Frecuentemente es una ocupación llena de interés, y
el que la prueba por primera vez se asombra de la aparente
distancia ilimitada y de la falta de ilación que parecen median
desde el punto de partida hasta la meta final."


Edgar Allan Poe (Los crímenes de la calle Morgue). Wikisource. Texto de dominio público p. 6



Estaba parado este mediodía en el fondo de casa; el lugar donde
pasé toda mi infancia, mi adolescencia y parte de lo que podría
considerase mi adultez. Y comencé a observar con detenimiento una
pila de basura. Para aquel que no esté familiarizado con la vida
de campo, aunque para ser preciso, no es el campo donde vivo, sino
un intersticio en el cual se combina los remanentes de una antigua
vida de campo y el lento progreso que lucha por convertir mi
pueblo en ciudad; siendo la ciudad el modelo al cual aspira todo
pueblito con deseos de progreso. Con gran satisfacción, puedo
atestiguar que la desidia política de los últimos veinte años
lograron conservar este lugar lejos del progreso. Decía, para
aquel que no esté familiarizado con las prácticas de campo, es
común hacer un lugar al fondo del terreno de una casa y amontonar
la basura, la cual después de un tiempo, supongamos un mes, conoce
la purga de un fuego abrazador. Fue aquí cuando mi imaginación
sufrió uno de esos arrebatos que suelen ser producto de la
actividad ociosa. Vívido en mi conciencia, se presentó esa gran
diferencia conceptual que los sociólogos tienen en cuenta a la
hora de explicar los hechos sociales; a grandes rasgos son dos:
los que se centran en las propiedades de la sociedad a gran escala
(Karl Marx, el Funcionalismo, el Estructuralismo, etc), y los que
se centran en los fenómenos a pequeña escala, en las pequeñas
interacciones (Max Weber, George Herbert Mead; relacionados al
interaccionismo simbólico). Estos dos enfoques buscan explicar y
corregir carencias en nuestra sociedad.

¿Qué tiene que ver un basurero con estos excelsos pensadores? La
misma pregunta me hice yo cuando comencé a comparar los aspectos
funcionales de mi casa (la casa de mi madre) y los de una gran
ciudad. A veces los principios que rigen para un elemento de un
sistema, son los mismos que rigen para el sistema completo en sí.
Veamos. En los pueblos chicos, al carecer de cloacas, recolección
de basura, agua potable, y hasta educación a veces; la experiencia
de la célula familiar se diferencia mucho de aquella familia que
vive en la ciudad. La familia de campo parece constituir un
sistema en sí mismo, mientras que las familias de la ciudad
constituyen un sistema del cual muchas veces no conocen la
funcionalidad del "todo"; es decir, la familia de ciudad está
inserta en un sistema del cual depende. Si el gremio recolector de
basura hace un paro, afecta toda la vida colectiva. Si las cloacas
no funcionan, afecta todo el sistema. Si existe una falla en el
aprovisionamiento de agua potable, sus consecuencias son nefastas
para una población indefensa que vive sobre el concreto. Muy
distinto ocurre con familias alejadas de los centros urbanos, las
cuales por lo general tienen su propio pozo de agua, su basurero,
y su pozo ciego (cloaca). Los inconvenientes también existen, pero
la experiencia de "nuestra familia modelo" de campo es diferente.
El campesino sabe que si va a depositar sus residuos orgánicos
(cloaca) en algún lugar, debe tener el cuidado suficiente como
para no contaminar las napas de agua de las cuales bebe. Lo mismo
con la basura. Una familia en el campo, que por lo general tiene
animales, sabe de las consecuencias que determinados residuos
pueden tener sobre los animales. Una bolsa de plástico, puede
convertirse en un arma letal para una vaca distraída que esté
pastando despreocupadamente.
Fue en este punto cuando llevé mi atención hacia unas gallinas que
escarbaban alrededor del basurero. Éstas hurgaban apaciblemente en
el pequeño basurero que aún no había sido purificado por las
llamas de la salvación. Imaginaba qué tipos de residuos podían
yacer en este basural. Dentro de mis conclusiones, cabía la
posibilidad de la existencia de pilas, baterías de celulares, todo
tipo de polímeros (plásticos) -ya sea en su estado "natural" de
producción o en alguna forma de residuo de la anterior purga-.
Esas pobres gallinas no tenían ni la más pálida idea de lo que el
Lithium presente en las baterías podía hacerles, tampoco lo que un
minúsculo pedacito de plástico desataría en sus pequeñas
gargantas. Pero eso es normal en esos seres irracionales, son
meros animales; no son como el hombre.
En este punto tuve que distraer mi concentración ya que me
llamaban para comer el asado que estaban haciendo. Nos sentamos en
el patio y comenzamos a comer. Yo no pude evitar ver a las
gallinas revolver el basurero como si etuvieran esperando que
surgiera un pequeño gusanito para darse el gran atracón (ese
gusanito representaba quizá nuestro suculento asado). A todo esto
en el aire había un olor distinto del asado, y le pregunté a mi
padre qué podía ser ese olor. Me dijo con toda naturalidad, "es la
carne-harina de la planta de subproducto del frigorífico de
conejos que hay cerca." Yo inquerí, "¿Y qué es esa 'carne-
harina'?" Y él que era uno de los jefes de sección de la planta de
subproducto, procedió cual orgullo de un disertante de la más
compleja teoría matemática a explicarme, "la carne-harina es el
producto que se obtiene después del tratamiento de los, por
ponerlo de algún modo claro para tu entendimiento, "residuos" de
los conejos faenados en la planta procesadora; es decir, todo lo
que no se puede vender del conejo -víceras, cabeza, patas, etc- lo
cocinamos y después lo disecamos y lo transformamos en harina." En
ese momento hizo un espacio para cortar su jugoso trozo de
costilla y tragarlo casi sin masticar; un vaso de "vino de mesa",
hecho de las mejores cepas según la etiqueta, aguardaba al lado
del plato para ayudar la ingestion de la jugosa costillita. Y
prosiguió, "el director de la empresa nos pagó un curso en Alemaña
para instruirnos en los últimos avances de la ciencia a fin de que
el proceso de producción de la carne-harina sea, no solamente
productivo y beneficioso para la empresa, sino también para el
ecosistema." A todo esto, mi padre ordenó a uno de mis pequeños
hermanos trer el postre que había comprado en la despensa local.
"Verás hijo, estas personas de la fábrica son gente altamente
preparada y siempre esperan lo mismo de uno: eficiencia,
productividad y conciencia en lo que se hace. Hay que ser
responsable en el trabajo." Yo escuchaba atentamente este discurso
y no pude evitar la pregunta, "¿Qué hacen con esa carne-harina?" Y
él contestó, "alimentan a las crías de los conejos que más tarde
entrarán a la cadena de producción. Todo está minuciosamente
pensado. Nada debe desperdiciarse. Todo es parte del sistema
productivo. Gracias a estas maravillas de la modernidad, puedes
esperar que el progreso algún día llegue en su plenitud." Como yo
me encontraba estudiando Ingeniería Social todavía, veía en su
expresión un anhelo de que algún día pudiera convertirme en el
director de una importante empresa, eso lo llenaría de orgullo;
siempre me decía que si él hubiese ido a la escuela no tendría que
haber pasado las privaciones de ser un obrero (aunque destaquemos
que era obrero "jefe"). Mi cabeza sin embargo quedó pensando en
los conejos, "¿No comen pasto los conejos?" "Comían", dijo sin
dudarlo. "Ahora comen carne-harina, es más barato, impide
enfermedades que causarían una baja en la producción, todo está
pensado." Mi hermanita más pequeña estaba ubicando los platos
pequeños y las cucharas para comer el postre. Esa era la tarea de
las mujeres, los varones hablabamos de cosas importantes. Mi
madre, que andaba con diarios viejos para ponerlos sobre el piso
de la cocina, dejó caer la tapa de uno de ellos. Mi padre y yo nos
disponíamos a comer el postre. Al mirar la hoja de diario caida a
un costado, el mismo rezaba en un titular "Las vacas locas." "¿Te
acordás, pa, de ese caso de las vacas locas en Gran Bretaña?" "Sí.
¡Estos británicos hacen cada experimentos con los animales! Les
daban algo de comer que les destruyó el sistema nervioso. Para
colmo lo transmitían a las personas que comían la carne. No saben
qué inventar ya. Por eso nosotros siempre aplicamos buena ciencia.
Con los alimentos no se debe jugar. Si la vaca come pasto, ¿Cómo
se te ocurre darle otra cosa? Son unos inconscientes." Yo estaba
completamente de acuerdo. Él había estado encargado de la carne-
harina usada para los conejos desde hacía mucho tiempo. Y sabía
más que yo en todo lo referente a la producción. Dirigí mi mirada
hacia las gallinas en el basurero y contemplé otra vez con
preocupación lo que esos animalitos hacían.


Prendí un cigarrillo y me dispuse a continuar con mis
indagaciones. La casa donde vivía, tenía su propio basurero, su
pozo ciego y su huerta, el agua ya era provista mediante un
sistema de agua corriente. Y me dije, "¿cómo una casa de familia
de campo representa en su totalidad al sistema que permite
funcionar a una ciudad?" Las ciudades son una gran familia. Ellos
tienen el pozo ciego lejos de la ciudad (cloacas) pero lo tienen;
tienen el basurero lejos, pero lo tienen; tienen los animales
lejos (o creen tenerlos), pero los tienen. Ven sólo una parte del
"todo" siempre. Ven la canilla abierta, pero no de dónde sale el
agua. Tienen el inodoro, pero no saben a dónde va el agua. Tiran
la basura, pero no saben dónde termina. Fue cuando me di cuenta de
lo lindo que es la ciudad. No porque sea diferente. En la ciudad
uno no sabe, y eso es toda la diferencia. Uno se desprende de la
consecuencia y vive de acuerdo a la razón.

Ya son las ocho de la noche y me dispongo a volver a la ciudad
donde vivo durante la semana. Ahí trabajo y estudio. Los fines de
semana quedo siempre con mi familia. En la ciudad tengo acceso a
conocimientos que en mi pueblito no tendría y estoy buscando ese
pensamiento que me hizo ver en la basura (residuos) una tesis que
podría incluir en mi próximo trabajo para mejorar la calidad de
vida de los ciudadanos. ¿Qué sería de este mundo sin la ciencia?
Pero ese es otro interrogante.

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miércoles, 15 de septiembre de 2010

Ilusiones de librepensante

Y al mundo que se encuentra en cambio
que lo ha estado desde hace años
al mundo que ya no es más sabio
que se encuentra en perpetuo daño

y este mundo que no parece sano
todo un siglo
anterior
desperdiciado

un mundo que ha nucleado
dos guerras con un tremendo saldo
un mundo, como hace tantos años
que entraba en un nuevo centenio
esperando
los mayores cambios
ese mundo se ha mutilado
el milenio asoma
y seguimos esperando


el feudalismo había claudicado
dos nuevas formas se habían diseñado
capitalismo, materialismo histórico han reclamado
comunismo, del otro lado
dos regímenes piramidales
jerarquías todavía trabajando
jerarquías es lo que no superamos

ganas más, sabes más, tienes más, eres más
ganas más o menos, sabes más o menos, tienes más o menos, eres más o menos
ganas menos, sabes menos, tienes menos, eres menos

un mercado basado en la competencia
clase alta, baja, clase media

eres quien manda
soy quien obedece

Libertad hermanos, la comuna ha ganado
yo ahora mando, y digo que todos somos hermanos
quien diga lo contrario, tendremos que fusilarlo

por encima alguien
por debajo toda la gente
que parece mucha ¿inteligente?

¿qué ha cambiado?

¿sabes quienes son tus reyes?
¿sabes dónde tienes que estar presente?
hoy, mañana, el día siguiente


¿Dónde, dónde tienes que cumplir obediente?
yo por lo pronto, me tengo que ir
hacerme presente
o van a decir
que intenté huir


¿Winston...hacia dónde debemos seguir?
Tu enemigo no parece ya existir
Sin embargo el control
el control
logró sobrevivir

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