sábado, 7 de noviembre de 2009

ANACONDA - EL INICIO

Episodio 1
En las entrañas del Amazonas un bebé se regocijaba cerca del vientre de su madre. La selva tupida y húmeda entrañaba secretos que esta pequeña criatura jamás llegaría a conocer por completo, ni lo que le deparaba fuera de ella. Su nombre guardaba mucha relación con aquel del de la selva que atestiguaba sus primeros meses de vida: ANACONDA.
Era apenas una constrictora de unos cuantos centímetros de largo cuando vio por primera vez la luz. No fue un largo tiempo cuando su madre ya la abandonó para que comenzara su propia vida, así es en la naturaleza, no te preparan por toda la eternidad; más bien te dejan que aprendas por ti mismo.
Ya había pasado un tiempo cuando Anaconda decidió aventurarse por un río turbio que escondía su monstruoso cuerpo de unos tantos muchos de kilos que aún seguía creciendo. Una voz gritaba: el sur querida, el sur, la vida.


Episodio 2


Ondulando entre la resaca, Anaconda se aproximaba a un magnificente muro que se erigía sobre el agua y parecía tener sus raíces en el lecho del río. Esta imponente vista no era algo que perteneciera al paisaje, eso ella lo podía notar en el color, no estaba en tono con el resto de la vegetación ni del agua, esto no podía ser algo de la naturaleza. Camino por donde venía pudo avistar varias cosas que no estaban camufladas, confundidas con el entorno. Pero el muro se erguía imponente sobre un lago. Notó unas inscripciones al borde del agua, sobre el concreto, en alfabeto ruso: INTERNET. Miro en derredor, escondió su magnífico cuerpo bajo el agua y diligentemente se dispuso a salir por la orilla cubierta de una espesa enramada.

Episodio 3

Después de haber deambulado un poco alrededor de la espesa vegetación, Anaconda se internó en el monte contiguo y continúo su viaje siguiendo su olfato, o más bien, sus papilas, en búsqueda de alimento.
En un momento sintió avanzar un aire cálido que aturdió sus sentidos; el aire contenía millones de partículas de diferentes clases que parecían ser de muchas cosas juntas. Entre tanta pluralidad no podía precisar si había rastros de alimento.

De repente, a lo lejos avistó un ser que caminaba; caminaba sin rumbo alguno con un hacha en la mano y un papel en la otra. Un grupo de niños, todos con hachas también lo seguían. Los empujaba. Y ellos obedecían. Un niño dirigió la mirada hacia el monte. Anaconda inmóvil, no pudo ser percibida por los ojos poco entrenados de ese chiquillo, ese pequeño.

Anaconda siguió su camino hasta toparse con una jungla de concreto. Su camuflaje de poco servía, pero ella sabia usar bien sus escamas para confundirse con el color exacto de la refracción de los objetos a su alrededor. De repente se tornó todo muy ruidoso, muy confuso, como si hubiera mucha interferencia, muchas ondas sonoras, muchos olores, muchos colores. Anaconda estaba en la ciudad. Anaconda ya está.

Episodio 4
Anaconda salió de la ciudad y se internó en un bosque cercano. Estaba hambrienta y necesitaba un bocadillo. No le gustaban las vacas que estaban alrededor de la ciudad porque no exigían ninguna habilidad en particular para atraparlas, y era natural en ella demostrar su poderío de caza, su casi perfecto diseño para emboscar a las presas y no dejarle escapatoria alguna, por más grande que el espécimen pareciese; ella simplemente lo consideraba muerto al entrar en su rango de acción. Así que desplegó su poderoso cuerpo musculoso entre las hojas de un monte de eucalipto. Sus quince metros de largo, sus cuarenta y cinco centímetros de circunferencia, sus trescientos kilos de peso; pasaban casi desapercibidos entre las hojas del suelo mientras un ciervo trataba de buscar su rumbo. El espectáculo no duró más de tres minutos. El resultado: el poderoso cuerpo de la constrictora rodeaba un saco de huesos molidos por la presión ejercida sobre la víctima.

Las afuera de la ciudad se veían derruidas en comparación con el centro, aún este manifestaba haber tenido etapas más gloriosas. De todas formas, Anaconda encontraba en los alrededores de la ciudad un medio más propicio para evitar el avistamiento de estas criaturas bípedas que habitaban esta localidad hacinada. Ella no podía explicarse por qué tantos ejemplares de la misma especie construían sus nidos tan cerca; parecía que lo hiciesen con un propósito. Al principio pensó que era por protección; ella sabía que existían unos murciélagos más al norte de donde se encontraba ahora, que formaban grandes grupos en cavernas, pero las razones parecían diferentes acá. Primero, las cavernas no la construían los murciélagos, así que estaban todos juntos por protección; en este lugar, sin embargo, los refugios eran construidos por los mismos especimenes y no parecía ser hecho al azar.

Los hombres estaban desarrollando un ritual. Ya lo había visto antes. En una especie de refugio que podía albergar muchas personas. Sin embargo su techo era altísimo.
Una persona, un referente macho - no había hembras al frente - posicionado en una elevación, leía usando sonidos diferentes con los que hablaban los humanos restantes.
Sostenía un recipiente en su mano derecha, - ella sabía que contenía un líquido tóxico, como el que desprenden las frutas después de pasar su etapa de consumo, ella había probado una vez, parecía cambiar todo. Parecía obnubilar su capacidad de percibir la realidad.
Los hombres del pueblo querían, al parecer, imitar a esta persona. En el pueblo bebían a discreción este líquido que envenenaba la sangre. Sus compañeras, sin embargo, no lo hacían tan regularmente dado que tenían que cuidar la progenie.
De repente recordó que los especimenes más pequeños se iniciaban temprano y con gran autonomía en dicho ritual, bebiendo hasta casi la muerte. A diferencia de los especimenes adultos, los pequeños indistintamente – machos y hembras – bebían por igual.



Episodio 5

Al ver el resto de la comunidad no quiso detenerse mucho en sus códigos semióticos, códigos de interpretación de la realidad. A poco de haber encontrado un páramo más al norte, un ser bípedo de los que yacían hacinados en el aglomerado de la población la avista. Ella se paraliza. Lo mira. Él la ve. Y se contemplan por un rato. Ella despaciosamente sigue su rumbo hasta desaparecer entre la maleza. Fue el único recuerdo que quedó de Anaconda por su paso en la ciudad. Nadie más la vio. Su nombre – el del hombre – fue pronunciado asiduamente por un tiempo en la población, hasta que éste enloqueció y se tuvo que ir de la comunidad…al poco tiempo la comunidad casi desapareció. La sobrevivieron unos pocos que están a punto de rehacer lo que queda, en pie, y en paz.


Episodio 6
Ya internada en las entrañas de un monte de densa vegetación encuentra un séquito de serpientes de toda variedad. De toda calaña y maña. Y se notó su ansiedad, su preocupación. Algunas eran venenosas, otras simplemente eran vivoras. Atónitas la contemplaban en la penumbra del alba, del ocaso. Ellas esperaban, ella contemplaba. Y empezó a hablar. Las convenció que más al norte había algo más. Que ella venía de ahí, y que no las iba a abandonar, a defraudar. Las demás serpientes la siguieron. Y ella era la única que estaba en condiciones de liderar.


Episodio 7 – La comunidad por venir


Anaconda les indicó a las demás un lugar donde esperar. Ella iba a recluirse en algún otro lugar para tratar de organizar su sociedad, su comunidad. Ella se aventuró sola unos kilómetros más al este, hacia el río.

De repente vio un claro en el bosque. Decidió enroscarse y mimetizarse con un gran jacarandá que había. Su cuerpo empezó adoptar una tonalidad gris al contacto con la corteza.
¿Qué es todo esto que ha pasado? Cómo explicar esos comportamientos de una especie tan diferente, como entenderlos. Sería adecuado formar comunidades tan grandes, con tantos ejemplares juntos? No era sencilla la tarea de organizar una colonia semejante, no podría ser el trabajo de un solo espécimen; porque uno necesitaba de todos y todos no se pueden abandonar al azar, al azar y la calamidad.

Licencia Creative Commons
Cuentos y Poesías por Cristhian Bourlot se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 Unported.
Basada en una obra en cristhianbourlot.blogspot.com.ar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario