Cuando niño, el negro gustaba de pasear, gustaba de andar, de caminar, saltar y jugar. Sus padres lo llevaban a la playa y muy de vez en cuando veía como jugaban al azar, las cartas, la flor y un puntal en el ojal.
Six feet under- six feet under(1). Un murmullo recorre la habitación. Una voz suena entre sueños y nos devuelve la razón.
Con el tiempo el negro creció. El negro casi maduró. Había algo sin embargo. Algo encontró durante la adolescencia. Algo lo sacó del abrigo tibio y acogedor que fue su familia. Hasta ese momento él se sentía a gusto en dónde estaba. Pero algo lo dislocó. Lo confrontó y lo unió al nuevo grupo que el llamó “amigos”. Mucho más tarde ese grupo poco a poco se disolvió. Se desgranó. Se corrompió. Ya no era eso que lo contenía, lo protegía. Y la falsa promesa pronto se rompió.
Luís había sido su amigo desde la infancia. Era uno de los pocos que había hecho la primaria y la secundaria juntos. El negro era ahora profesor. Luís jardinero. Sin embargo algo se había roto entre los dos. Algo no funcionó.
Maxi en cambio era su amigo de universidad. Era doctor. Un hombre de plena integridad, plena razón. Él era uno de los pocos que el negro escuchaba, pues cuando hablaba siempre hablaba con razón. Luís en cambio era un pobre hombre del montón. Vivía como podía y si no, no buscaba explicación. El negro lo veía como un pobre chico un pobre medio hombre hecho sin ninguna discreción. El negro sabía que el estudio era lo único que podía dar una solución, una explicación a las cosas de este mundo.
El negro sin embargo estaba lleno de amigos. Uno de esos amigos era el otro. Ese otro que sólo él conoce, que sólo el recuerda y que sólo él quiere volver a verlo.
Antes de poner un pie en la tierra, fuera del colectivo, él miró la tierra. Estaba firme. Vaticinado que el momento ya llegaría. Al negro lo esperaba parte de su familia. Parte. Mientras él se aprontaba para seguir festejando, su hermano se acerca, lo toma con un brazo. El gira con una sonrisa, que se desdibuja al mirar en los ojos del otro. Muchos corren y se juntan alrededor. Como remolinos. Torbellinos. Pero no él, él se queda mirando, de lejos, tomando distancia. Contemplando. El otro amigo vio que el viaje había terminado. El padre del negro ahora faltaba, pero todos lo recordaban. Todos hasta el otro amigo.
Han pasado los años. El negro ya tiene una familia. Me contenta saber que al mirar en los ojos del pequeño niño lo ha vuelto a encontrar. A él le va a dar una oportunidad. A él lo va a cuidar, como mientras estuvieron, otros le dieron la mano y con ella parte de su felicidad. ¿Completa? No sé. Quizá. De vuelta, otra vez, otra vez lo van a intentar.
Y se pregunta cuando volverá, cuando volverá a estar alrededor. El otro. No. Quizá sólo el amigo.
Cuentos y Poesías por Cristhian Bourlot se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 Unported.
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