martes, 21 de septiembre de 2010

La silla

Ian - Gracias por no escuchar a mami.

Christy - ¿Escucharla por qué?

Ian - No sé. Por venir acá . Todo el día.
Tú sabes, no quería que viniéramos...por mis calificaciones y todo eso.

Christy - Tu madre y yo sí hablamos.
Tú sabes, siempre nos escuchamos el uno al otro.

Ian - ¿Y de qué hablaron?

Christy -Hablamos de sacarte de tu escuela. No es la escuela indicada para ti.

Ian - ¿Cómo puedes sacarme de mi escuela?
¿Cómo puedes cambiarme así por que sí?
¡Es mi vida!
¿No crees que pueda lograrlo, si realmente me dedico con todas mis fuerzas?

Christy -Sí, pero tienes que demostrarme más. ¡Vamos!
¡Lo estás arruinando Ian!

Ian - No soy tú.

Más allá de los Sueños (Película basada en el libro del mismo nombre de Richard Matheson)




Jorgito estaba en jardín, sentado junto a sus pares. Al entrar, cualquier maestra podía observar que él se encontraba sentado en el grupo, sin más distinción que una grieta en su camperita. Días antes de su primer día en el jardín Serafín, Jorgito había estado jugando en la plenitud de su egocentrismo cerca de unas rosas en el jardín de su casa, ante la atención distraida de su madre que tenía a cargo otros dos pequeños; uno en brazos y otro en un "corralito." La maestra, al pasar su mirada por el grupo, hizo su primera nota mental: "aquel niño es de bajos recursos." Al finalizar el primer encuentro con los padres y madres, la maestra vio alejarse a Jorgito con su madre que llevaba al pequeño Ulises en brazos. La maestra había notado un "olor" en la ropa de Jorgito, también evidenciado por los padres que asistieron a la reunión.
En la sala de maestras, la Seño Margareth, hizo el descargo con sus colegas, "ese niño Jorgito, ¿Dónde vive?" Una de las maestras presentes informó a la Seño Margareth que Jorgito vivía en un plan de viviendas nuevo en "las afueras de la ciudad". Todo comenzaba a tener sentido. Hasta aquí no había otra cosa que hacer más que aconsejar a la madre en el aseo del niño. El chico debía estar presentable para adquir los hábitos escenciales en la convivencia que en última instancia es la base en el logro de los objetivos últimos de la educación: el desarrollo de la inteligencia (aunque algunos simplemente dicen el aprendizaje de contenidos).
Las semanas pasaron y la Seño pudo observar que el niño ni cumplía con los hábitos de higiene ni lograba los objetivos propuestos por ella en el desarrollo de las actividades diarias. Jorgito conoció el primer indicio de lo que más tarde en su vida comprendería sería su ámbito natural, una silla apartado del grupo. Al principio Jorgito se preguntaba si era necesario dejarlo tan lejos de la "alfombra". El interpretaba que había algo que estaba "mal" en lo que él hacía, pero no podía razonar bien todavía, ya que esa era una habilidad (o capacidad) que muchos entienden debe ser construida; cosa que si no lo hace desde las bases, como la clasificación, la seriación, y un monton de "ciones" más; jamás lograría "montar" las operaciones más abstractas requeridas para el "correcto" funcionamiento de una sociedad. No pasó mucho tiempo cuando una psicopedagoga obsevó la falta de atención (que tenía un nombre muy específico que comienza con "trastorno..." y sigue con elementos linguísticos intercambiables "...en la personalidad, ...de concentración, ...de conducta; y un amplio catálogo del cual servirse). Sus padres fueron llamdos (la madre en realidad, el padre había sido enviado a prisión por asalto a mano armada) y se les comunicó que el niño requería asistencia para que el desarrollo del aprendizaje pudiera tener lugar. En realidad una maestra tuvo la gentileza de traducirle: "su niño necestia ir a otra escuela para chicos especiales" (también se les da el nombre discapacitados, o en un pasado no muy antiguo, retardado o retrasado). Como era de suponerse, dentro de la escasa comprensión de la madre, ella preguntó ¿Por qué tiene que ir a una escuela aparte, no puede aprenderlo acá? (En realidad esto es una traducción de la reacción desmesurada de una madre que sabía bien que su chico era retrasado, ellos le llamaban especial, pero la madre, inconscientemente sabía el peso social de la etiqueta "diferente", no era bueno que uno fuera diferente, uno debía ser igual, o normal; bastante diferente era el padre que estaba apartado en una cárcel)
Esto es todo lo que se supo de Jorgito en el ámbito escolar. Su madre, aunque intentó comprender que el niño necesitaba la ayuda de gente también "especial", pronto se dio cuenta que los que podían ayudarlo cobraban más dinero por mes que lo que su esposo había robado en el último asalto.
Jogito inició una vida lejos de la interacción con otros chicos de su edad, en el barrio, los chicos que iban a la escuela sabían que era diferente, escuchaban a sus padres todos los días en la mesa; sus padres, aunque en un tono de simpatía, decían "pobrecito, tiene problemas"; a lo cual los niños asimilaban: es diferente. Cada vez que Jorgito llegaba con una pelota, los chicos del barrio dejaban de jugar. Pasó el tiempo y los chicos que jugaban eran cada vez más chicos, o debía ser que el crecía y seguía en la etapa del juego. Él esperaba la oportunidad de que lo aceptaran, el pensaba que si crecía lo sufiente, los niños lo iban a respetar, como él respetaba a la madre. Pero, no. Cada vez que intentaba entrar en la cancha, los niños salían corriendo, ya no con la apatía de sus pares, sino que le gritaban cosas. Él picaba la pelota un rato e imaginaba que estaba jugando un gran partido, como esos de la tele.
Paso un tiempo, hasta que Jorgito comenzó a no verse más en el barrio. De alguna forma encontró unos amigos al otro lado de la ciudad que le comenzaron a "enseñar" cosas. A los doce años de edad, tuvo la asombrosa "revelación" de que podía jugar al truco. Sus nuevos amigos le "enseñaron." Para jugar se necesita la habilidad de contar, Jorgito no lo había aprendido. Sus amigos durante un año seguido le hicieron conocer la magia de los números a través del juego; repartía las cartas, contaba para el envido, y sabía los valores de las cartas, para lo cual se necesita la capacidad de la "jerarquización, secuenciación, 'ción-etc.'" Con el tiempo aprendió más cosas; hasta manejar un auto. El manejo de un auto requiere la habiliad de secuenciación, y el manejo de la psicomotricidad, entre otras catalogadas habilidades-capacidades. No sabía leer, pero entendía los símbolos. Verde, todo bien; rojo, peligro.
Lo que hizo con sus nuevas habilidades es cuestionable, y no por nada un día, un comisario que conocía a su padre lo hizo procesar y lo mandó a la misma penitenciaría. Ahí conoció a su padre. Su padre había descubierto la lectura. Una practicante del area de lengua de una univesidad vecina le ayudaba todos los días. El padre buscó protegerlo en cuanto pudo, trató de convencerlo de estudiar con él. Jorgito se mostró reacio. Tenía sentimientos que no entendía hacia su padre. Con el tiempo y la persistencia de su padre que conocía sobre sus errores, su abandono de la familia y haberlo dejado indefenso en un mundo que no esperaba a nadie. Juan (el padre) y Jorgito en poco tiempo empezaron una cálida relación. Juan trató de fomentar en Jorgito, con apenas trece años (la ley ya permitía encarcelar a los jóvenes dilincuentes de más de 11) hábitos como el de la lectura. Siempre a la misma hora lo iba a buscar a su celda para ir con la profesora de lengua, que en realidad primero había sido maestra, para aprender los grafemas, depués las palabras y así sucesivamente hasta seguir con cosas más complejas. La profesora lo esperaba en una celda a unos veinte metros de distancia. La celda tenía un pizarrón, bancos para los "estudiantes"; en una celda contigua estaba la biblioteca, con anaqueles abarrotados de libros. Progresivamente Jorgito se independisó en sus estudios, leía cosas y dibujaba. Cuando charlaba con su padre, le decía que estar en la prisión le hacía sentir como si estuviera en la silla lejos del grupo cuando iba a jardín. El padre no entendía mucho; él no había logrado entrar a la escuela.
Después de diez años, Jorgito salió de la carcel; su padre se iba a quedar por otros diez años. Jorgito prometió a su padre ir a visitarlo. Y así lo hizo por un año. Le comentaba que no conseguía trabajo, a pesar que siempre insistía a sus entrevistadores en que si bien no había ido a la escuela y no tenía título, sabía leer y escribir. Pero los entrevistadores tenían otro motivo, mediante una base de datos buscaban los antecedentes del chico; y eso no era bueno. Desde su perspectiva, Jorgito le decía a su padre que era difícil conseguir trabajo, no le creían que supiera leer si no tenía la primaria completa.
Jorgito comenzó a frecuentar de nuevo a sus antiguos amigos, con ellos había, después de todo, aprendido cosas prácticas. En una de esas salidas, Jorgito y sus amigos se vieron en medio de un tiroteo. Jorgito fue herido de muerte, llegó al hospital público pero los médicos dijeron que con el material disponible para operar no se podía hacer mucho. El sanatorio que quedaba a unas cuadras tenía los aparatos con la complejidad necesaria, pero dado el pronturaio y la carencia de una prepaga, no era factible que lo atendieran.
Jorgito exhaló su último suspiro en medio de balbuceos, los enfermeros pensaban que estaba delirando; y quizá en efecto lo estaría. Decía: "La silla no, la silla no, Seño." Los "enfermeros" no contuvieron la risa, que sólo borró la entrada del Director del hospital y su mirada distante, como si ya hubiese visto esto un millón de veces y no le inspiraba la más mínima gracia.

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Cuentos y Poesías por Cristhian Bourlot se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 Unported.
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