domingo, 31 de octubre de 2010

Años

Un viejo amigo se acercó y me preguntó como estaba. Yo respondí que bien. Fue entonces cuando me dijo que se me notaban los años. Su sinceridad, como ya era conocido, rayaba la crueldad. Pero su sonrisa se apagó cuando le dije:
-Para eso nacemos.
Su incredulidad lo forzó dentro de la pregunta inevitable.
-¿Para qué?
-Para envejecer; aunque no siempre se nos está permitido crecer. Algo es seguro: no nos vamos con vida.
Su mirada se tornó perpleja. Parece que el paso del tiempo en él no le había enseñado aún a responder a mis réplicas agudas, por lo que culminó sentenciando una frase por demás trillada:
-No has cambiado ni un poquito.
-¿No sé por qué me vez más viejo entonces?

No hay comentarios:

Publicar un comentario